Sinceridad.- Un dicho afirma que la envidia está a la vuelta de la esquina. A continuación, lectores consultados por LA GACETA y otros que dejaron su opinión en LA GACETA.com relatan sus experiencias con envidiosos y también se sinceran y admiten que muchas veces a ellos también los carcomen los celos.

El vecino es un enfermo.- "Nadie es más envidioso que mi vecino. Es realmente un enfermo. En lugar de valorar lo que tiene, que no es poco, está deseando siempre tener cosas que compran o que hacen los otros. Ayer me dijo que no entendía cómo la familia Correa se fue de vacaciones a Mar del Plata por 15 días, estuvo en un hotel de tres estrellas y volvió con un montón de ropa y zapatillas de marca. ¡Justamente él se quejaba! En Navidad hizo un crucero ida y vuelta a Brasil, con su mujer y sus tres hijos, y ahora tiene todo listo para irse a Carlos Paz. Realmente hay gente que no disfruta de sus cosas por desear lo que hacen otros. ¡Yo eso no lo entiendo!", relató Juan Carlos, un comerciante de 45 años.

"Me pica lo que hacen los demás".- "No puedo ver que mis vecinas, sobre todo Mary y la ?Chicha?, me muestren ropa nueva. Me entra como una fiebre por salir a comprar algo mejor que ellas. Bueno... todas las mujeres somos un poco así, sobre todo con las pilchas. Yo destino a veces un tercio de mi sueldo (entre $ 600 y $ 700 pesos) para comprarse ropa de moda y calzado. Me gusta estar siempre bien. Y no es porque sea coqueta. Mi marido se queja porque dice que parece que siempre estoy preparada para ir a una fiesta. Y yo le contesto que, mientras no le pida dinero a él para mis gastos, no tiene por qué reclamarme. También discutimos con mi esposo porque yo soy ambiciosa en el buen sentido de la palabra. Quiero, por ejemplo, cambiar la heladera o el televisor. Y la mejor respuesta de él es: ?claro, querés comprar uno nuevo porque el vecino se compró un LCD. Si el que tenemos anda bien?. Es verdad que ?me pica? lo que hacen los demás, pero no siempre es así. Es cierto que hay que tener los medios para hacerlo, pero la única forma de progresar es haciendo un esfuerzo y sacrificándose... ¿no le parece?", preguntó Rossana, una docente de 42 años.

El compañero más tóxico.- "Lamentablemente, en todo laburo siempre hay resentidos que en lugar de hacer méritos se dedican a envidiar lo bueno de los demás. Ricardo, por ejemplo, lleva varios años en la empresa y sólo se lo escucha decir: le dieron un cargo mejor porque es un ?forro?. Dijo que mi último ascenso le correspondía a él. Ya estoy cansado de esas cosas", protestó Mariano, un joven que trabaja en un empresa privada.

La vecina mala.- "Tengo una vecina que vive sólo para qué hago o qué dejo de hacer. Eso es envidia y nada sana, por cierto. Eso me produce demasiado dolor, porque cuando la persona es envidiosa busca cómo hacerte daño. Ella a mí me lo hizo y de una manera muy mala", confesó "virginia2" en LA GACETA.com.

La sana y la enferma.- "Existe la envidia sana que se da cuando uno también quiere tener algo que tiene el otro. Distinto es cuando yo pienso que para tener eso que tiene el otro él tiene que dejar de tenerlo. Por ejemplo, yo quiero la casa que tiene mi vecino y no sólo quiero tener una casa como esa, sino que pretendo que él no la tenga más", explicó "juanapuca" en LA GACETA.com.

Compañeras arpías.- "El trabajo es como un campo minado para mi. Hablan a mis espaldas, sobre todo mis compañeras, a las que parece que la envidia las carcome. Los varones son más discretos. Para criticarme, todo les sirve: desde los zapatos, la ropa, la manera en que camino, hasta si hablo un poco fuerte. Si cometo algún error con las cuentas lo magnifican al 100% y les pasan copias a todos lo jefes de lo que hice mal? ¡Me tienen podrida! Entiendo que es envidia, no puede ser otra cosa", se descargó María Luz, una profesional de 32 años.

La amiga es súper envidiosa.- "Una de mis amigas siempre critica a los hombres con los que salgo. El último es un hombre muy tierno, comprensivo y detallista. Yo busco la contraparte que me falta y mucho más que sexo. Mi amiga sólo busca acostarse con alguien, pero es su forma de ser y yo la respeto. Tuvimos algunas discusiones, pero que al final siempre nos arreglamos. Nuestros amigos en común dicen que ella me tiene envidia porque yo, según ellos, tengo más carisma y mejor cuerpo", relató entre risas Natalia, una mujer divorciada de 43 años.